¿Quién es el deportista mejor pagado de la historia?
Se podría sospechar de Michael Jordan y su acuerdo accionarial con una Nike que no para de multiplicar su fortuna exponencialmente desde aquel pacto en los 80; futbolistas con mega-contratos saudíes, jugadores de NFL, beisbol, golfistas, incluso alguna estrella de críquet. Ninguno de ellos alcanza esa cifra.
12.700 millones, hablando de ganancias estrictamente ligadas a sus victorias, no a sus inversiones o habilidades negociadoras.
Tiger Woods, Messi, Cristiano Ronaldo, Hamilton, Fernando Alonso, Tom Brady.
Todos, citados alguna vez como “deportista mejor pagado del mundo”. Todos muy lejos de esa cifra.
En ciclismo tendríamos que fijarnos en los acuerdos millonarios de Lance, la primera y auténtica rock star mundial. Sagan, Froome, Pogacar… quedan, en todo caso, fuera de la quiniela. En rigor: hay deportistas profesionales en otras disciplinas, con sueldos mayores que el todo el presupuesto del Ineos o Jumbo.
Entonces, ¿Quién es el deportista mejor pagado de la historia?
No se suele hablar de él, no aparece en las revistas. No en las actuales.
En Lamego, norte de Portugal, una estatua reclama el derecho de reconocerlo como hijo, algo que le discuten desde Mérida, parece ser que con pabellón deportivo e incluso calle a su nombre.
Lo que es seguro es que, cuando en "Gladiator" (por favor, leed sin acento inglés, es latín) al personaje de Russel Crowe se le llama "Hispano", no es más que una interpretación cinematográfica de algo que ocurrió en verdad. "Hispano" o "Lusitano", las dos formas de reconocer en la antigua Roma, el origen de una personalidad de leyenda.
Cayo Apuleyo Diocles el deportista más rico y exitoso de Circo Máximo.
El más famoso. El más rico y mejor auriga de la historia.
Diocles nació en el año 104, en la provincia romana de Lusitania. Lo dejamos así, de modo genérico, evitando conflictos.
Empezó su carrera deportiva en Gades y más tarde en Tarraco. Allí, con 18 años mostró sus habilidades delante del mismísimo emperador Adriano, para ganar su favor y la oportunidad de competir en la "Liga millonaria" del Circo Máximo de Roma.
Cayo Apuleyo iniciaba una larga e inusual vida deportiva para un auriga, compitiendo en más de 4000 carreras, con 1462 victorias y otros tantos podios. Diocles se retiró con 42 años para disfrutar de su fortuna en Preneste, donde murió después de 1461.
Su vida y carreras llegan hasta nosotros gracias a una inscripción honorífica que se encontró cerca del Vaticano donde con aportaciones populares, se levantó una estatua en su honor.
Según esta inscripción, Diocles ganó a lo largo su carrera la impresionante suma de
35 863 120 sestercios.
El profesor Peter Struck, de la Universidad de Pennsylvania, ha tratado de ajustar esa fortuna a la inflación, y ha determinado que en la actualidad sería el equivalente a 15.000 millones de dólares, unos 12 700 millones de euros, alrededor de 500 millones por temporada competitiva.
Estas cifras lo situarían como uno de los hombres más ricos del mundo en su momento, incluso ahora.
Para tener una idea de lo que significaba esta fortuna, se ha calculado que era el equivalente al coste de todo el grano anual que consumía la ciudad de Roma, o a una quinta parte del salario anual de todo el ejército romano.
Es, por poner un ejemplo actual, una cantidad superior al presupuesto de las acciones que planea el gobierno de España en su importante plan de choque para combatir la sequía y el calentamiento global.
Diocles se hizo rico gracias a sus numerosas victorias, especialmente en las cuadrigas. También ganó premios adicionales por competir en modalidades más difíciles, como las carreras de siete caballos o las de 100 millas.
No es fácil determinar cuál fue su carrera más importante:
Su primera gran victoria a los 18 años en Ilerda (Lleida), que le abrió las puertas de la fama y le permitió viajar a Roma.
Su victoria en la carrera de siete caballos (septeiuges), una modalidad muy difícil y rara de la que fue gran dominador.
Su victoria en la carrera de 100 millas (centenaria), una prueba de resistencia y habilidad que solo se celebraba en ocasiones especiales.
La duración de las carreras dependía del tipo de carro, el número de vueltas y la distancia recorrida. Por lo general, las carreras con carros de dos o cuatro caballos (bigas o cuadrigas) eran las más comunes y tenían entre 7 y 24 vueltas, lo que equivalía a unos 5 o 15 kilómetros. Estas carreras podían durar entre 15 y 45 minutos.
También había carreras con carros de tres, seis, siete o más caballos (trigas, sexages, septeiuges, etc.), que requerían más habilidad y resistencia por parte de los aurigas y los caballos. Estas carreras eran menos frecuentes y podían tener más vueltas o distancias mayores. Por ejemplo, la carrera de siete caballos tenía 28 vueltas y la carrera de 100 millas (centenaria) tenía unos 160 kilómetros. Estas carreras duraban horas.
Las crónicas destacan en este punto otra de las habilidades por las que Diocles habría multiplicado aún más su fortuna: Apuestas.
Comprendiendo su funcionamiento y dinámica, Diocles esperaba para obtener la victoria en el último momento. En otras ocasiones parecía apostar por el espectáculo, saliendo el último y teniendo que remontar vuelta a vuelta, hasta conseguir la victoria final para histeria de los 100 mil espectadores del Circo Máximo.
Favorito del público, tenía otra fuente de ingresos que a muchos podría sorprender: merchandising. Muñecos articulados de madera, lámparas de aceite con su nombre o figuras de sus mejores caballos que gozaron de tanta fama como el auriga, Pompeyano, Cotino, Lúcido, Epafrodito...
Aurigas, pese a lo que actualmente podemos pensar y en buena parte por culpa del cine, no eran los gladiadores los más célebres en Roma. Los aurigas eran las verdaderas superestrellas del Circo Romano.
Muy bien pagados, competían en un oficio en el que muchos perdían la vida de manera traumática y prematura.
Mientras un gladiador luchaba unas pocas veces al año y podía estar protegido por su estatus de estrella (llegados a cierto nivel de fama, una derrota no conducía necesariamente a una sentencia de muerte) un auriga competía en cientos de carreras por año, expuesto a un ambiente y contexto donde los accidentes eran incontrolables.
Los aurigas se entrenaban con mucha disciplina y dedicación. Algunos aspectos de su entrenamiento eran:
El cuidado y la preparación de los caballos, que eran seleccionados por su fuerza, velocidad y resistencia. Los aurigas seguían las instrucciones de manuales como el de Kikkuli, un experto en el condicionamiento de los caballos que usaba técnicas de entrenamiento a intervalos y medicina deportiva1.
El manejo del carro, que podía ser de dos, tres, cuatro o más caballos. Los aurigas debían aprender a controlar el tiro, a tomar las curvas con destreza, a evitar los choques con los rivales y a usar el látigo y el cuchillo como armas o herramientas.
La estrategia y la psicología, que eran fundamentales para ganar las carreras. Los aurigas debían conocer las características de la pista, el estado del clima, las preferencias del público y las tácticas de los otros competidores. Algunos aurigas usaban trucos como salir en última posición y remontar, o hacer alianzas con otros aurigas del mismo equipo o facción.
Corrían con las riendas atadas a la cintura, lo que multiplicaba el riesgo en caso de caída, para lo que llevaban un cuchillo con el que cortar las ligaduras.
Cayo Apuleyo Diocles el deportista más rico y exitoso de la Antigua Roma.
Hoy es un gran desconocido, pero en su momento no pocos cronistas señalaron un hecho: En los confines del Imperio, alguien podría dudar sobre el nombre del Emperador, pero nadie, durante décadas, ignoró la identidad del mejor auriga del Circo Máximo.