Victoria incontestable de MVDP con dominio de un equipo diseñado para las clásicas, el Alpecin, que ocupa el espacio de un ahora distraído Quick Step...
Victoria de Lotte Kopecky, apabullante sprint al final de una jornada demoledora. Casi nada.
Se cierra una nueva edición y con todos a camino de sus míticas duchas, es hora de hablar sobre una cita legendaria.
El origen
La carrera fue creada por dos fabricantes textiles de Roubaix, Théodore Vienne y Maurice Perez, artífices de la construcción de un velódromo de 46.000 metros cuadrados en la esquina de la rue Verte y la route d'Hempempont, inaugurado el 9 de junio de 1895.
Vienne y Pérez celebraron varias pruebas en secciones del recorrido potencial, una de las cuales incluyó la primera aparición en Francia del velocista estadounidense Major Taylor, que aportó algunas ideas al proyecto final.
En febrero de 1896, decidieron que lo más ambicioso era organizar una carrera desde París hasta su pista. Era atrevido, la lógica decía que los grandes eventos tenían lugar o finalizaban en París, no en un lugar como Roubaix y menos en un velódromo.
Con el paso del tiempo, el velódromo ha pasado a formar parte de la cultura moderna, y algunos de sus aspectos han pasado a la historia: como las famosas duchas de agua fría, que siguen siendo utilizadas por los amantes de la tradición.
Desde 1996, como su nombre indica - ya no empieza en París, sino en COMPIÈGNE, pero sus 250 km, incluidos varios tramos adoquinados, la siguen convirtiendo en "la más dura de las duras".
Charles Crupelandt es el único corredor de Roubaix que ha ganado la carrera.
“El Infierno del Norte” o “La clásica de las clásicas”, se celebra en la región septentrional de Francia, partiendo de Compiègne hasta el velódromo de Roubaix. La carrera se disputó por primera vez en 1896 y es famosa por sus segmentos de unos 50 km de pavé (adoquines).
A lo largo de su historia, la París-Roubaix ha sido interrumpida solo en tres ocasiones: durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, y en 2020 debido a la pandemia de COVID-19.
Es parte de los cinco “monumentos del ciclismo”, junto con Milán-San Remo, Tour de Flandes, Lieja-Bastoña-Lieja y Giro de Lombardía, y es especialmente conocida por ser la última clásica de tramos adoquinados del calendario UCI WorldTour.
Los ciclistas Roger De Vlaeminck y Tom Boonen son los que poseen el récord de victorias en esta prueba, con cuatro triunfos cada uno.
Un trazado diferente
Lo que distingue a la París-Roubaix de otras carreras es su terreno: kilómetros de adoquines que alteram completamente las sensaciones de una competición.
Estas carreteras empedradas, algunas de las cuales datan del siglo XIX, están llenas de baches, grietas y polvo, lo que hace que el recorrido sea una verdadera prueba de resistencia y habilidad técnica.
Uno de los tramos más famosos es el Bosque de Arenberg, una sección de adoquines rodeada de árboles, lugar de referencia del ciclismo mundial.
Otros tramos icónicos incluyen Carrefour de l'Arbre y Mons-en-Pévèle, donde el sufrimiento y la gloria se aproximan en cada golpe de pedal.
Héroes
A lo largo de su historia, la París-Roubaix ha producido héroes y leyendas que han dejado una marca indeleble en el mundo del ciclismo. Desde Josef Fisher, quien ganó la primera edición, hasta los legendarios Tom Boonen, Peter Sagan, Fabian Cancellara o Van der Poel.
Entre los momentos más memorables se encuentran las múltiples victorias de Roger De Vlaeminck y Tom Boonen, así como la legendaria victoria de Johan Museeuw en 2002, donde superó una caída y un neumático pinchado para ganar en solitario.
Jornadas heroicas que han contribuido a forjar el mito de la París-Roubaix como una de las carreras más desafiantes y emocionantes del mundo.
Nota: en este podcast / magazine, los hay fanáticos de Boonen y Cancellara, pero se asoma la urgencia de escribirle un artículo y conocer mejor a un apellido mítico: De Vlaeminck.